11.7.06

Había una vez...

Había una vez...

(Supongo que esta puede ser una buena manera de empezar a escribir algo. Todos sabemos que un comienzo es un tiempo muy delicado...)

Había una vez una niña a la que le gustaba escribir. Tenía pocos amigos y mucha imaginación, y en vez de estar en la calle jugando con otros niños, se hizo con una máquina de escribir y comenzó a aporrear las teclas, esperando sacar de ellas algo que fuera, cuanto menos, legible.

Escribió varias cosas que quedaron olvidadas en un cajón, y que nunca se atrevió a enviar a una editorial (¡y menos mal, porque releyéndolas después vio que no estaban demasiado bien escritas).

Años después, la niña se convirtió en mujer. Estudió una carrera (no la que quería haber estudiado en un principio, pero luego descubrió que le fascinaba), comenzó a trabajar (y le fascina su trabajo), conoció a un hombre maravilloso y hasta se casó (¡parecía un cuento de hadas!). Era feliz con todo lo que tenía, que no era mucho, pero era suficiente, y teniendo en cuenta los sueldos que pagaban tanto a ella como a su esposo, y el precio al que se habían puesto los pisos...

Era feliz, pero de vez en cuando echaba de menos a esa musa que le hacía cosquillas en la cabeza y la animaba a usar mucho su imaginación para escribir historias fascinantes... Alguna vez había intentado volver a ponerse a escribir, pero siempre acababa encontrando algo más urgente o más importante que hacer que sentarse delante del ordenador y dejar fluir su creatividad.

(Quizás esas historias que escribió de adolescente no fueran tan malas, quizás sólo había que revisarlas y pulirlas un poco...)

Entonces, ocurrió algo.
Su marido, al que amaba más que a nada en el mundo, tuvo, por razones de trabajo, que ausentarse de casa 5 semanas. No es mucho tiempo, pero cuando se echa tanto de menos a alguien, os puedo asegurar que los días pasan muy, muy lentamente.
Decidió que no podía enclaustrarse en casa, que tenía que salir y seguir adelante con su vida sin hacer un paréntesis de cinco semanas. Pero (siempre hay uno) se encontró muy solita para seguir haciendo cosas... Tenía pocas y muy escogidas amigas (a las que quería como hermanas), pero parece que el destino hace que cuando más falta te hace la compañía, esa compañía siempre encuentra algo mejor que hacer.

Y, a 10 días de que regresase su amor, y aburrida de tener que salir a tomar el café ella sola y de tragarse uno detrás de otro todos los capítulos de "Sexo en Nueva York", la niña que se hizo mujer se sentó delante del ordenador y decidió abrirse un blog para intentar hacer regresar a esa musa a la que tanto echaba de menos... ¡Aunque sólo fuese escribiendo tonterías!

Esa niña soy yo. Simplemente yo. Y a todo aquel que le de por leerme... ¡Gracias! Espero con esto conseguir hacer regresar a mi musa... ¿Quién sabe? Tal vez recupere el hábito y algún día me atreva a pulir y a enviar a alguna editorial todas esas historias que se quedaron escondidas en el cajón...

1 Comments:

Blogger Market Doc said...

La magia de los blogs, funciona. Y de repente encuentro un alma gemela que puede contar cosas parecidas a lo que yo mismo he vivido. Escribir es una enfermedad, como dice Paul Auster. Sigue escribiendo y no pares nunca. Muchos besos.

12:34 a. m.  

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