15.7.06

Primavera

El cielo está casi despejado, de un azul radiante, decorado con alguna que otra nube de algodón blanco nuclear esparcida por ahí.

El sol ya parece que quiere calentar, brilla y se cuela por mi ventana, incidiendo sobre mi mesa, mi teclado, mis manos...

A lo lejos veo las montañas, las veo perfectamente porque ninguna nube gris las cubre. Y, como aún no es verano, todavía hay recovecos cubiertos de nieve que se ven desde mi ventana (ojalá estuviese allí arriba ahora mismo).

Y si miro hacia abajo y veo los campos llenos de flores, de flores de todos los colores, formas y tamaños: rosas, amapolas, lilas, ¡me encantan las lilas!, y jazmín, y campanillas y margaritas y claveles...

... y entonces despierto.

Y la única flor que hay es la flor seca que hace años murió y jamás volverá a resucitar.

Porque el cielo ya no es azul, es gris.

Porque el sol ya no se puede colar entre las nubes negras de humo.

Porque las montañas hace años que ya no están ahí.

Y porque jamás volverán a crecer flores, nunca.

No pueden crecer cuando la tierra ha muerto sepultada por el asfalto...